Alarma en el sector agroalimentario: no es el COVID-19, es la precaridad

Recientemente hemos estado teniendo noticias de mataderos y factorías en China, Alemania, e incluso España, en los que de manera alarmante están surgiendo rebrotes del virus COVID-19. Hace un tiempo empezábamos a tener casos de positivos en Aragón, como el caso de Frutas la Espesa, en Huesca, con casi toda su plantilla infectada. Han sido varias las voces, sindicales y patronales, que han señalado la necesidad de apuntalar con medidas económicas el sector agroalimentario, pero olvidando a menudo el virus más importante y dañino: la precariedad.   

Parece que la única necesidad en la industria es la de facilitar el transporte de mano de obra barata hasta las instalaciones, o EPIS y controles para evitar un contagio masivo que obligue al cierre y pérdidas para la marca; pero no les importa lo que a nivel individual sufra cada uno de sus trabajadores y trabajadoras, la mayoría de las veces inmigrantes, mientras sean fácilmente reemplazables. No deja de señalarse, en algunos casos, como el matadero alemán Tönnies (en Westfalia), las inhumanas condiciones laborales de su plantilla, añadiendo que la precariedad es un factor clave en la expansión del virus. Pero da la impresión de que a ciertos sectores sólo les importa esta precariedad ahora, cuando surge el riesgo de rebrote del COVID, y que sus peticiones no conllevan ningún tipo de consideración hacia la clase obrera. Por ello en muchas empresas nos revisan la temperatura al entrar, pero en ninguna buscan eliminar la precariedad en nuestros contratos.      

En CNT conocemos bien la situación, pues venimos de un notable crecimiento de implantación en la industria agroalimentaria, tras más de 7 años de lucha sindical y jurídica contra la mayor cooperativa de trabajo asociado del sector Cárnico en España, Servicarne (declarada ilegal en cuanto cooperativa por Inspección de Trabajo en 2017). Nuestra destacada movilización contra la explotación en los últimos años llevó a la gigante cárnica, que cedía sus más de 5mil falsos socios/trabajadores a las principales marcas del país –Coren, Campofrío, Uvesa, Pico de Oro, etc.–, ante la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo por una flagrante vulneración del derecho a la libertad sindical.         

Ahora existen empresas del sector que, como Grupo Jorge (Zuera), tras esta caída en desgracia de la cooperativa Servicarne, han optado por prescindir de su hermana pequeña TAIC (cooperativa con similar estructura y ordenamiento) y volver a la contratación masiva de plantilla mediante ETT’s como Eurofirms. En definitiva, a la inseguridad, a la temporalidad, y a la sustitución barata de personas cuando éstas tienen un problema, ya sea de salud o por reivindicar las condiciones laborales. Por esto sabemos que la situación actual no esconde nada nuevo: con la excusa de una flexibilidad necesaria para combatir el COVID actual, sólo hacen lo que han hecho siempre, mantener la indefensión y precariedad de la clase trabajadora.  

En los casos que CNT Zaragoza hemos gestionado –teniendo en la actualidad demandas y denuncias presentadas en empresas del sector, como la multinacional del salmón MOWI y la ETT Synergie– consideramos que la mayor preocupación no es la presente crisis sanitaria del COVID, sino que esta sólo ha echado más leña al fuego a la situación de precariedad siempre existente en la industria agroalimentaria. Mientras desde el gobierno se toman medidas tibias y se vende una protección inexistente en la realidad, nosotras seguimos enfrentadas a las mismas situaciones: Contratos temporales, horas extra, jornaleros, destajo; no son sino condiciones que han puesto siempre nuestra salud detrás de los intereses económicos de las marcas para las que trabajamos, haciendo sobreesfuerzos y aceptando jornadas ilegales –horas de más, festivos– por miedo al despido, sin ningún tipo de apoyo ni respuesta de los representantes sindicales en la mayoría de las empresas.    

Nos parece hipócrita afirmar que todo está correcto porque se respeta la distancia entre trabajadores/as, o porque se nos dota de los EPIS necesarios, para que después se siga despidiendo durante el estado de alarma o se nos someta a condiciones que incrementan el riesgo de otras lesiones o enfermedades distintas.        

Desde CNT apostamos por un modelo sindical diferente y combativo, donde las trabajadoras y los trabajadores podemos organizarnos entre nosotras/os sin necesidad de elecciones sindicales, y cambiar las condiciones laborales de nuestros centros de trabajo. La vacuna contra la precariedad es la afiliación al sindicato. Porque nadie va a mirar centro por centro, puesto por puesto, mejor que nosotras mismas, las que estamos allí y sabemos perfectamente dónde y de qué manera el trabajo  atenta contra nuestra salud y dignidad, con COVID o sin él.