Mientras el régimen del 78 se tambalea hay una particular coincidencia en las justificaciones que dan sus voceros. Da igual que sean del PPSOE o PAR, de CCOO o UGT, de IU o de la CEOE, la explicación y conclusión que nos proponen es siempre la misma: “los corruptos son manzanas podridas”.
Por ejemplo, en los últimos días el secretario general de UGT en Teruel, Aurelio Palomares, ha sido acusado de cobrar dietas de forma indebida de su sindicato, además de “querer colocar a su mujer” en otro puesto a sueldo. Quienes destapan el caso dejan caer que es un simple problema de coherencia personal, lo mismo dicen de los consejeros de Bankia.
Otros pensamos que la corrupción en la mayoría de sindicatos tiene más que ver con su dependencia de subvenciones, liberados y en definitiva, de un modelo sindical que consiste en ganar elecciones, conseguir delegados y mantener la estructura creada para tal fin. Lo de defender los derechos de la clase trabajadora queda normalmente por debajo de esto, a pesar de la buena fe de algunos.
En el ámbito de las instituciones pasa algo parecido. El PSOE con los ERES de Andalucía, el PAR con la alcaldesa de La Muela o el PP con los imputados nuevos de cada semana vienen a dar explicaciones similares, y Rajoy pidiendo perdón “por poner a quien no debía” pretende reforzar ésta hipótesis de la manzana podrida. Es normal si pretenden que todo el mundo siga mirando al dedo en lugar de la luna hacia donde apunta.
El caso del pequeño Nicolás nos demuestra que el éxito de los “grandes emprendedores” no se basan en el esfuerzo, la innovación o las limosnas que dan, sino más bien a una amplia red de influencias y favores entre sinvergüenzas y “personas de bien” que quieren conservar sus privilegios, una red tejida por las elites económicas, políticas y sindicales. Que la anterior cúpula de la CEOE esté imputada o en prisión demuestra que éste es el referente de acumulación de capital con más éxito entre los empresarios patrios.
Más allá de simples manzanas podridas, la corrupción es el engranaje mediante el cual unos pocos meten a su bolsillo la riqueza generada por la mayoría, a la que siempre excluyen de la gestión y los beneficios y nunca de los errores. Para acabar con ella es necesario bloquear ese mecanismo y dejar de echar aceite. Los sindicatos hace falta que sean independientes de instituciones, partidos y élites económicas. Y para que las instituciones sirvan al bien común es necesario imponer mecanismos de transparencia y control popular que nos protejan de los intereses de minorías privilegiadas.
Pero sobre todo, para evitar la corrupción, hace falta un pueblo organizado y en continuo proceso de empoderamiento, es decir, que sea capaz de tomar las cuestiones sociales en sus propias manos superando la cultura individualista que nos atenaza como personas y como comunidad.
Juan Brovia, militante de la CNT y de la PAH de Teruel | Para AraInfo