Por fin nos colamos, pero como los seguratas andaban pisándonos los talones, sólo hemos podido echar un vistazo.
La verdad, aquello parece una feria pero sin autos de choque ni noria (hay una torre que lo ves todo desde arriba, pero tienes que subir andando). Y luego todo lleno de televisiones, más o menos grandes, con rollos patateros como los documentales, que hemos visto un millón de veces en la 2.
No entramos en los pabellones que tenían cola, así que a lo mejor hay alguno más enrollao. Estuvimos en una plaza temática, la Sed, y valiente chorrada: vas en un grupito, te dan un cacho de documental todo a oscuras, metes la mano en un pozal de arena (¡para que tengas la sensación del desierto!), más televisiones, y ala, pa fuera. Ni diez minutos.
Estas plazas temáticas nos han costado un porrón de millones, y dicen que son efímeras, o sea que las tirarán cuando termine la Expo. No nos extraña, como sean todas como la que hemos visto…
Estuvimos también en el Botijo, ese que es de barro. Algo fresco ya se estaba (tampoco mucho), pero como te calientan la cabeza de lo lindo, con más paneles y televisiones, con que tu también eres el culpable del cambio climático, y que entre todos lo podemos arreglar cerrando el grifito cuando nos lavamos los dientes, pues, la verdad, sales abrasao.
Todo el mundo echa en falta fuentes para beber en la Expo del agua, o botijos de verdad. En la torre que dicen del agua, tienes que ir a beber al váter. Pero para eso están los botellines a precio de oro. Decía Machado que no sabemos para qué sirve la sed, pero esta Expo sí que sabe hacer negocio con la nuestra.
Total que la cerveza pequeña te la cobran a dos euros y tres si te descuidas, en lo más barato.
Pero lo dicho, mucha feria de turismo y mucho audivisual. Todo son pantallicas, ordenadores, interactivos, efectos especiales más vistos que tbo. Ahora, ninguna pantalla tan grande como las de los cines de verdad, ninguna como la del Fleta. Ha costado todo un porrón de millones. Pero ya sabemos cómo son estas cosas: al año que viene los podrán tener en Calamocha o en Luceni, por decir algo, el doble de potentes y a mitad de precio.
En fin, algún pabellón vimos curioso, en el de Lituania por lo menos te refrescas. Y desde las terrazas de los pabellones se ven buenas vistas de lo poco que queda de la huerta zaragozana.
Lo demás, pues todo cemento, pasto de negocios, oficinas y zonas de bares y botellón. Y veremos a quién dejan entrar.
No pudimos ver más: teníamos a los seguratas y seguratos encima. A la Carmencica le querían quitar un rotulador porque no sé qué decían que había pintado, y tuvimos que salir por piernas, como alma que lleva el diablo. Pero lo dicho, para lo que hay que ver, si no nos hubiéramos colado, pa luego entramos.