El pasado sábado 27 de noviembre la CNT de Zaragoza llevamos a cabo una jornada de información y protesta en la puerta de la exposición «Tierra y Libertad. Cien años de Anarquismo en España» que está situada en el céntrico Palacio de Sastago, propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza. Anteriormente a esta concentración un «Congreso» relacionado con esta exposición ya había provocado protestas del Sindicato en Huesca y la exposición también había provocado otras reacciones en Zaragoza.
Desde primera hora de la mañana hasta pasadas las nueve de la noche estuvimos informando sobre la opinión de nuestro Sindicato a las personas que entraban en dicha exposición y a la gente que pasaba por el lugar. A tal efecto montamos un mesa informativa donde exponíamos distintos materiales y libros relacionados con CNT y el Anarcosindicalismo. Durante todo el día debatimos con centenares de personas y muchas de ellas se interesaron por los libros que teníamos en la mesa informativa, por nuestras actividades y luchas y por la opinión que tenemos de la exposición, sobre la historia del Anarquismo y la vigencia del mismo actualmente, sobre el Anarcosindicalismo y temas más de actualidad. Cabe resaltar que muchas personas que salían de la exposición coincidían con nuestras críticas a la misma y se mostraban escandalizadas ante la tergiversación y manipulación interesada que habían visto en los contenidos.
Durante toda la jornada estuvimos repartiendo octavillas con el siguiente texto:
‘TIERRA Y LIBERTAD. CIEN AÑOS DE ANARQUISMO EN ESPAÑA’,
O LA HISTORIA DE UN ENTIERRO INTERESADODesde el pasado 6 de octubre y hasta el próximo 8 de diciembre, se exhibe en Zaragoza la exposición Tierra y Libertad. Cien años de anarquismo en España, promovida por el historiador Julián Casanova, comisario científico de la muestra. Tanto los medios de comunicación locales como algunos políticos trataron de hacer creer en su momento que esta exposición era el justo y merecido recuerdo que el movimiento libertario de este país necesitaba desde hacía muchos años. Sin embargo desde la CNT, organización sindical que se menciona mucho en la exposición aludida, tenemos una visión muy distinta de todo esto.
Julián Casanova incurre en lo que según nuestro criterio son vicios ideológicos, siendo el más relevante y negativo su pretensión, tal vez por deformación profesional, de relegar el anarquismo ibérico a pieza de museo, a peculiaridad patria del pasado, como si hubiera muerto con los últimos estertores del maquis. Resulta especialmente chocante que se hable de «cien años de anarquismo» estando en el 2010, justo cuando nuestra organización, la CNT, celebra el centenario de su fundación sumida en una realidad en la que poco a poco va recuperando peso en el mundo sindical, y sin embargo los textos de los paneles se refieran al periodo transcurrido entre la primera visita de Fanelli a España (allá por 1868) y la aniquilación definitiva de aquella primera resistencia interior al franquismo que fue el maquis. De una primera visita a la exposición podría sacarse la equivocada conclusión de que carecen de relevancia histórica Defensa Interior, el cincopuntismo, el fraccionamiento, reunificación y refraccionamiento del Movimiento Libertario en el Exilio, las dificultades para sostener una CNT del interior en los últimos años de franquismo, el relanzamiento confederal formalmente iniciado a principios de 1976, el breve renacer de la CNT a finales de los 70, o las escisiones posteriores y el profundo debate que acarrearon sobre el modelo sindical actual, debate que de entre todas las fuerzas políticas y sindicales del momento, sólo el Movimiento Libertario fue capaz de poner sobre la mesa. Al visitar la exposición da la sensación de que uno está contemplando los restos de un cadáver precioso, como si se tratase de los yacimientos de Atapuerca o la obra pictórica de un artista difunto. Es comprensible que a la hora de preparar una exposición uno elija centrarse en un periodo concreto por razones logísticas, pero de ahí al énfasis en recalcar que más allá del maquis no hubo apenas movimiento libertario en España, hay un salto notable que a nuestro juicio denota un interés manifiesto por convertir el anarquismo en reliquia del pasado, obviando no sólo su presente y su futuro, sino también sus últimos cincuenta años de historia.
Pero eso no es todo. Una vez dentro de la exposición, es fácil darse cuenta del protagonismo exacerbado que se le ha dado a la cuestión de la violencia ejercida por los libertarios en ciertos periodos históricos. Nos hallamos ante el caso de un maniqueísmo innecesariamente simplón para la altura intelectual que se le presume a un catedrático en historia contemporánea, que lo conduce a pretender trazar una divisoria nítida entre el esplendor de la raigambre popular del anarquismo por un lado y su «leyenda negra» por el otro, como si fuese posible separar tanto en los militantes concretos como en el propio movimiento los actos violentos que se produjeron de la propia acción de masas. En este sentido, por ejemplo, se describen las vidas de algunos militantes anarcosindicalistas destacados por su compromiso, tales como Ascaso, Durruti, García Oliver, etcétera, como si fuesen una doble trayectoria de equilibrio precario entre los héroes del pueblo, queridos por todos, y los bandidos oscuros, propensos al terrorismo. Los organizadores de esta exposición se niegan a entender que en los militanes que mencionábamos antes, igual que en otros como Seguí (a quien sitúan entre los no violentos por su posibilismo, cuando dicha moderación nunca le impidió participar en aquellos actos armados que consideró oportunos) o en otros sindicalistas, y en general en el anarquismo de principios de siglo, no pueden separarse los aspectos populares, constructivos, de acción de masas y lucha por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores en el plano material, moral e intelectual, de la parte clandestina, de defensa y ataque encarnizado contra los enemigos de ese anarquismo (Iglesia, Estado y patronal), que también hay que decirlo, fueron los primeros en empezar a utilizar las pistolas y las bayonetas. No se entiende mediante qué mecanismo mental se puede llegar a la conclusión de que lo uno (acción de masas y defensa de los trabajadores) se pueda comprender sin lo otro (defensa frente a los atentados contra militantes obreros mediante tácticas de guerrilla urbana), si no es a fuerza de descontextualizar la situación social de la época, en la que las balas iban y venían en todas las direcciones, para en cambio traspasar a los años veinte-treinta análisis más propios del pensamiento socialdemócrat
a actual.
En relación con esto, y habiendo tanto que contar sobre el anarquismo y el anarcosindicalismo, también resulta excesivamente sensacionalista que el principal reclamo de la exposición sea una recreación, en el centro de la primera sala que se visita al entrar, del asesinato de Canalejas, como si fuese a visitarse un museo sobre gángsteres. Más aún cuando el gran mérito del anarquismo en este país fue en realidad su labor cultural y sindical; si el anarquismo fue movimiento de masas apoyado por amplísimos sectores de la población, lo fue gracias a sus constantes actos de acercamiento de la cultura a los más desfavorecidos, y lo fue también gracias a que supo dotar a los trabajadores de estructuras sindicales efectivas, en momentos de absoluto desamparo frente a las instituciones.
Otro lugar común en Casanova que se ha dejado sentir en la exposición es el de concebir el anarquismo como una ideología romántica e inmadura, cargada de buenas intenciones pero necesitada de una reflexión más serena y adulta … que la conduzca al parlamento. Nos referimos, especialmente, al tratamiento que se le da a la entrada de los cuatro ministros de la CNT en el Gobierno de la República, durante el transcurso de la Guerra Civil, pero también al enfoque con que se analizan las tiranteces entre la CNT y la II República entre 1931 y 1936 (y aquí deberíamos decir, para ser más precisos, movimiento obrero revolucionario, incluyendo también ciertos sectores ugetistas como por ejemplo los que protagonizaron los sucesos de Castilblanco o de Arnedo). Da la impresión de que la CNT (y en general el movimiento obrero revolucionario, como decíamos) no supo qué hacer ante la llegada de la República, y que finalmente optó por boicotearla con todas sus fuerzas sin más motivo aparente que un purismo ideológico exacerbado y sin base. En ningún momento se apunta a responsabilidad alguna por parte de las autoridades, a la lentitud y tibieza de una reforma agraria que venía a aplicarse sobre una realidad en la que los campesinos perdían hijos y hermanos todos los años a causa del invierno y el hambre, etcétera. En este sentido, se nos antoja cuando menos tendencioso el hecho de dedicar tanta atención al montaje de La Mano Negra, donde los malos de la película en último término serían los políticos de la Restauración, y sin embargo no mencionar sucesos como los de Casas Viejas, especialmente cuando el problema subyacente en uno y otro caso fue el mismo (el latifundismo andaluz y el hambre que provocaba), cambiando únicamente los dirigentes políticos de cada momento, que en el caso de Casas Viejas eran las autoridades de la II República, de lo que cabría extraer que tampoco fueron exactamente santones libres de culpa a los que la turba anarquista y sindicalista hostigó por impulso irreflexivo, sino que pese a todo mantuvieron ciertos privilegios insostenibles, y eso provocó la misma reacción que siempre había existido.
Por último, terminamos como hemos empezado: el anarquismo y el anarcosindicalismo no son parte de un pasado que nunca volverá. Son movimientos que han perdurado hasta el presente, como lo ha hecho nuestra organización, la CNT. Y pese a que es innegable que las circunstancias son diferentes a las de 1936, época en la que se llegó a aglutinar a casi dos millones de personas, a día de hoy seguimos teniendo un modelo sindical que aplicar; un modelo sindical original y diferenciado del mal llamado mayoritario, un modelo que basa su existencia en las secciones sindicales en lugar de los comités de empresa y que rechaza privilegios que hagan de los sindicalistas una casta diferenciada del resto de trabajadores. Que no pretendan enterrarnos, cuando poco a poco vamos ganando los conflictos laborales que planteamos, como es el caso de las readmisiones logradas en Zaragoza, en empresas como FCC o Ryanair, y hablamos sólo del último año, o cuando fue la CNT la primera central sindical que, ya en febrero de 2009, convocó una huelga general contra el problema del paro en la localidad andaluza de Lebrija, con un seguimiento del 95%.
Además os adjuntamos diversas opiniones sobre esta exposición recopiladas por otros compañeros/as desde el Sindicato de Huesca:
También pueden encontrarse opiniones sobre la exposición y el libro homónimo en el foro de alasbarricadas.org