Es tiempo de hacer un análisis de dónde nos lleva el modelo hegemónico de democracia burguesa. Con el proceso evolutivo de degradación desde sus inicios de la revolución francesa. Para manifestar que en su recorrido a la clase obrera y sectores oprimidos, no ha supuesto mas que una tela de araña flexible para llevarnos al redil. En base a una correlación de fuerzas, los privilegiados han ido dando o quitando los repartos de riqueza. En esa evolución han marcado unas reglas de juego donde la banca nunca pierde. Abstracciones como el Estado, legitimidad, legalidad, patria o ciudadanos, marco del que nos dicen que nos dotamos, han estado siempre a su servicio (al del poder y de los ricos). Los trabajadores y trabajadoras que somos los que generamos toda riqueza en ese marco, hemos acabado como piezas de una liturgia y folklore que en lo real no pinta nada, mas en esa entelequia del espectáculo que ya supera a la sociedad del espectáculo.
Situados en el aquí y en el ahora vemos que los estados pasan a ser supranacionales (los patriotas se quedan huérfanos). Lo político y los políticos ya no pintan nada, son marionetas y vendedores de humo. En su devenir han dejado los “lastres” de la ideología, también de ética y de moral. Hoy son perfectamente cromos intercambiables. En este análisis aparecen temporalmente y siempre que el sistema se degrada en demasía, los cíclicos “tíos Tom” de la política, para canalizar la vuelta al redil de los perdidos en ese magma de mentiras. La historia está ahí. Los Obama y su cierre de Guantánamo, los Lula, Walesa, Mandela etc. O los Tony Blair, Schroider, o el Felipe González de los G.A.L., todos multimillonarios. O los breves como Tsipras y los coletas del Iglesias con su amnesia de la casta, subsumidos rápidamente en esa voracidad del sistema actual.
Esta ha sido y es la constante de re-adecuación del sistema ante sus crisis de “representatividad”. Sus confrontaciones dialécticas son solo puro teatro, como mucho de peleas por el reparto de papeles en la obra y prebendas consiguientes.
No deja de ser curioso por tanto, esa insistencia en la delegación y en el voto, cuando la realidad una y otra vez te dice que son recorridos de derrota para un cambio social real. Tal vez en primer lugar habría que preguntarse qué clase de cambios son posibles jugando en los marcos de una legalidad que está al servicio de los privilegiados. Más si tenemos en cuenta que todo cambio real a lo largo de la historia, donde los explotados y oprimidos han pasado a ser hegemónicos, han sido precedidos de procesos de confrontación revolucionaria. Lógicamente con la violencia y destrucción del opresor. Es decir, esa lucha real no está basada en la abstracción del día D donde surge la organización de los cuatro adivinos y la inmediatez del voto como único bagaje a confrontar. Patético.
Pero todavía peor en esta área geográfica teniendo en cuenta la existencia de una franja (PP) de votantes que actúan como hooligans. Lo mismo vale para el PSOE con otra franja con el mismo tipo de hooligans. Entre ambas franjas de voto y dada la Ley D’Hondt, esto viene ser que entre ambas formaciones ocupan dos tercios de la cámara. En ambos casos les da igual sus bagajes de corrupción, robos y rapiñas. Les da igual también el “genocidio” difuso que generan sus recortes sociales y sus decretos leyes. Sus votantes son claramente amorales. Todo vale siempre que esté al servicio de los privilegiados, o sea, del capital.
A toda esta losa clientelar hay que añadir un ejército, una policía, una judicatura, lo institucional, juntos a los mass-media a su servicio y un sindicalismo “mayoritario” claramente corrompido.
Con toda esta panoplia, o con una simple suma aritmética, que cuatro eruditos de la desaparición de las clases cuya transversalidad se acerca al mensaje joseantoniano, mas en un mundo globalizado al servicio de los lobbys etc, nos quieren vender que desde lo institucional se puede cambiar, habría que preguntarse qué se han fumado.
Como decimos los anarquistas y anarcosindicalistas la delegación del voto nunca ha servido en lo real a la clase obrera y sectores populares, más hoy en día que se han convertido en una mera liturgia y folklore pero que en definitiva sirve para legitimar y dar cobertura a un sistema perverso, antisocial y deshumanizado.
Hoy podemos decir que la democracia representativa en su actual devenir representa el mayor problema para la clase obrera y sectores populares. Mucho más peligrosa que el nazismo y los diferentes fascismos que asolaron Europa.
Desde la caída del bloque del este la estructura de la democracia burguesa ha sido fagocitada por el capitalismo puro y duro y puesta a su servicio. Su función en esa supeditación podríamos incluirla en el sector terciario, dado su alto índice de improductividad y parasitismo. Hoy es una locomotora destruyendo toda barrera que impida maximizar sus beneficios.
El capitalismo no tiene ideología ni ética, es amoral. No necesita un enemigo al que echarle la culpa de todo como lo hicieron los nazis y los diferentes fascismos que sí tenían ideología. Además, en su difuminación, es más difícil percibirlo como el enemigo. Puede cometer los mismos o mayores genocidios que hicieron los otros, pero siempre serán daños colaterales o excedentes a eliminar en el devenir de sus procesos productivos. No necesitan hornos crematorios. Sus muertes y destrucciones son difusas y pasan desapercibidas. No matan con armas sino con decretos leyes y recortes.
En el estado español 4.000 personas se suicidan al año, la mayoría trabajadores. 1500 pierden la vida en “accidentes laborales” año tras año y con total impunidad. En sanidad y dependencia todos los miles que adelantan su muerte dados los recortes. La desestructuración social y familiar con los sufrimientos que generan. Los miedos y sumisiones consiguientes por la supervivencia etc. Facilitan la vuelta a una explotación neo-esclavista.
Por todo ello en el actual estadio del capitalismo el canalizar mediante el voto la disidencia y llevar la confrontación social a lo institucional no es una opción, sino que supone colaborar claramente al fortalecimiento del capitalismo más depredador de la historia.
Un sistema que en los últimos veinte años se ha blindado con leyes claramente fascistas, que generan unos cierres de espacios y sociedad control con el salto de la tecnología, que la sociedad descrita por Orwell va a parecer un cuento de hadas.
Es hora de visibilizar que la democracia como sistema representa el problema, es la estructura, y los cantos de sirena que hacen posible mantenernos sometidos. Son tiempos para que los anarquistas, anarcosindicalistas, todos aquéllos que tenemos un ADN ideológico horizontal, que no estamos contaminados por ningún virus marxista, asumamos responsabilidades. O lo que es lo mismo, ir a procesos de confluencias organizativas que posibiliten convertirnos en referencia para amplios sectores de explotados. Tiempos de construir espacios al margen y también de resistencia ante el Leviatán capitalista desbocado y sin barreras. ¿DEMOCRACIA Y DEMÓCRATAS? NO, GRACIAS