Se han vuelto a barajar y repartir las cartas y al final resulta que la montaña parió un ratón. Tras meses y meses de campaña electoral (¿no es toda acción parlamentaria parte de la campaña?) las cosas siguen como estaban: la derecha extrema del PP se mantiene (y crece), sus hijos bajan un poco, y el PSOE disimula su continua bajada de apoyos al evitar el “sorpasso” de la ya no tan nueva izquierda. A esto le sumamos los grupos nacionalistas, regionalistas, independentistas y chiringuitos forales varios…. Lo de siempre pero con más partidos.
Ahora de nuevo nos vuelven a llenar los mass media de declaraciones, tomas de posición, renuncias, adhesiones, principios inquebrantables, promesas (¿más?) y vuelta la mula al trigo. Ya no es aquello de que “todo cambie para que nada cambie”, es que estamos directamente en el “virgencita que me quede como estoy”. ¿Y qué esperaban? Vender la misma película dos veces seguidas sin haber digerido la primera representación lleva al hastío del público asistente. Además con el único recurso de decir a cada sector y clase social lo que quiere oír, por aquello de la transversalidad, aderezado con la patria española, el sentido común, la sensatez, etc. El peronismo demagógico utilizado por todos los partidos lo tenían más cerca como mensaje joseantoniano.
Pese al aluvión propagandístico, la abstención se mantiene en los mismos márgenes que en las elecciones anteriores, el 30,3 % (10,43 millones), y si sumamos la abstención en el voto de las personas expatriadas, sube al 33,5 % (12,23 millones), la mayor en elecciones generales según muchas fuentes. En cualquier caso no se puede pasar por alto que a más de un tercio del electorado no se moviliza ni en esta ocasión en la que el acoso mediático ha aumentado más si cabe. Hay quien dice que no hay manera de saber si quien se abstiene es por una cosa o por otra, o por convencimiento político. Del mismo modo, habría que tener en cuenta que no todo el mundo que vota, vota por convencimiento, sino que hay voto por miedo o por pensar en el “mal menor”. Que no se engañen ni nos quieran engañar, no todo el mundo que vota lo hace pensando que votar es la solución a sus problemas. La inercia del “votar por votar”, el “voto incrédulo” o el “voto crítico” en un momento dado puede ser incluso equiparable a la abstención.
Con estos datos de abstención, más el voto en blanco y nulo,el partido más votado únicamente representa al 22,6 % del electorado (7 millones de votos en un electorado de 35 millones). Y con este apoyo, gracias a la Ley D´Hont, es suficiente para tener el poder sobre el otro 80 % del electorado. En estas condiciones, cualquier dictador firmaría para ser presidente con tan exiguo apoyo.
Respecto a los resultados de cada facción parlamentarista poco que comentar. La nueva casta morada capitaneada por profesionales liberales y élites universitarias pese a unirse con lo que queda del magma marxista, han seguido alejándose en lo ideológico y discursivo de cualquier reivindicación obrera. Sobre el resto de la casta institucional surgida de la mentira de la transición, no vale la pena extenderse. Son cromos de los hooligans que desde los tiempos inmemoriales han derrotado en esta área geográfica todo atisbo de libertad y han bloqueado todo reparto real de la riqueza y de lo producido. Gentes que sólo se miran su ombligo y donde la palabra y el tiempo con ellos es perderlo; gentes ante las que sólo es aplicable el pasar a la acción y a los hechos.
En los últimos meses vemos como realmente es el sindicalismo la única vía para incidir en lo político. Sin ir más lejos tenemos ejemplos en el propio Ayuntamiento de Zaragoza. Tenemos una alcaldía de aquello que llaman “el cambio”. Pero ha sido la lucha sindical la que ha llevado a que el Ayuntamiento se plantee municipalizar las contratas regaladas a empresas afines a los poderes políticos, y ha sido la lucha sindical la que le ha hecho plantearse mejorar las condiciones de trabajo en el empleo municipal y las contratas. Sin un sindicalismo fuerte, no estará en cuestión la contrata de los Autobuses Urbanos, ni se estarían planteando municipalizar el servicio de jardinería. Si hubiese habido la misma lucha sindical en todas las plantillas municipales por la vía de los hechos, y no de las promesas electoralistas, habrían cambiado las cosas.
Del mismo modo que ha sido la CNT, por la vía de los hechos y no las promesas consigue llegar más allá de lo que consigue la lucha electoralista. Mientras prometen derogar la reforma laboral, desde CNT la hemos superado en las luchas en que hemos estado (Extracciones Levante en Valencia o Alumalsa en Zaragoza), mientras todo el mundo habla de mejorar la sanidad pública, nosotros y nosotras hemos actuado contra un fraude que afecta a miles de trabajadoras y trabajadores del sector (SALUD) obligando a la DGA a reconocer el fraude, y en definitiva, mientras todo el mundo habla de empleo estable, la CNT se ha dedicado a sacar despidos nulos y luchar en cada puesto de trabajo..
Desde CNT reivindicamos el Anarcosindicalismo como única herramienta posible para que los trabajadores y trabajadoras incidan en la economía y cambien sus condiciones de trabajo de un modo efectivo y transformador. El espacio natural de los ricos es el parlamento y, de la misma manera, el de la clase trabajadora es el sindicato. No hay un debate real sobre si votar o no votar va a cambiar realmente las cosas, lo cierto es que organizarse si cambia las cosas y votar… ay, votar, eso es echar una moneda al aire. Si ves que lo electoral no sirve y es más fácil que la moneda caiga de lado que de cara, no te desanimes, échale un vistazo al Anarcosindicalismo y únete.
LA CNT NO VOTA, SE ORGANIZA Y LUCHA
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