Este miércoles 26 de septiembre, en solidaridad con los compañeros y compañeras en huelga en Euskadi y navarra, nos concentramos a las 19:00 h. en la puerta del PP, Gran Vía 9. Por la Huelga General, por un cambio social real.
La coyuntura actual, por todos y todas bien conocida, pone de manifiesto que el sistema “democrático” está a las ordenes del capital, e impone sus necesidades por encima de las de sus ciudadanos, sin importarle las injusticias que éstos deban sufrir. El Partido Popular, continuador de las políticas neoliberales del PSOE (con el apoyo de CCOO y UGT), es en estos momentos un títere a las ordenes de los mercados. Todas las reformas puestas en marcha, pasadas y futuras, no hacen sino empeorar la calidad de vida de la clase trabajadora, echando por tierra todos sus derechos y obviando sus necesidades. El dilapidamiento de la educación y sanidad pública, el recorte en derechos laborales, las reformas bancarias que tantos millones nos están costando, así como la consecución de leyes reaccionarias que fomentan la xenofobia (retirar la tarjeta sanitaria a los sin papeles) o atentan contra la libertad de la mujer (próxima reforma de la ley del aborto), sin olvidar las leyes que van a limitar nuestras libertades de reunión y manifestación, retrotrayendonos a épocas dictatoriales, dejandonos quietos por el miedo a la sanción o a la privación de libertad.
Ante estos y otros muchos de los desmanes que estamos viviendo, es el momento de reflexionar sobre sistemas alternativos, es la hora de recuperar la cooperación de clase, la solidaridad entre iguales, el apoyo mutuo frente al distanciamiento social. ¿Qué clase de futuro estamos construyendo?, si nos quedamos quietos, seremos presa fácil, nuestro destino estará en manos de intereses económicos contrarios a los derechos del ser humano. Por otra parte, si damos nuestro apoyo a las izquierdas “alternativas”, caeremos en el juego parlamentario una vez más o seremos adsorbidos por sistemas despóticos al servicio de los privilegios de un partido. Debemos recordar la confesión de León Blum ante el congreso socialista de 1945 : “Al socialismo sólo le quedan dos caminos: continuar siendo el gerente fiel y honrado del capitalismo o volver a las tácticas de Bakunin”.
Sólo la formación de estructuras de funcionamiento horizontal y antiautoritarias, basadas en el apoyo mutuo, pueden luchar contra el sistema impuesto. Debemos hacer saber a nuestros gobernantes, que no los queremos a ellos, pero tampoco queremos a ningún otro partido. El pueblo libre y emancipado no necesita gobiernos, leyes, policía, ejercito, dinero, ni un largo etcétera de imposiciones sobre las que se apoya el estado. Los anarquistas luchamos contra el estado, porque tenemos la convicción de que el pueblo tiene la capacidad de autogestionarse y crear comunidades sociales basadas en la cooperación.
Vamos a decirles a los caciques del Partido Popular que ni los queremos ni los necesitamos, que la clase trabajadora está cansada de sus recortes, de sus burlas, de sus leyes restrictivas y de alimentar con nuestro trabajo a una pléyade de sanguijuelas mientras millones de personas viven bajo el yugo de la pobreza, son arrancadas de sus hogares y ven sus derechos reducidos a la mínima expresión. Es la hora de tirar la basura, ha llegado el momento de liberarnos y tomar las riendas de nuestro propio destino.
Debemos poner en tela de juicio al poder, negarnos a ser los peones al servicio de sus privilegios, creando desde abajo una estructura capaz de implementar alternativas libertarias que sean social y ecológicamente sostenibles.
La lucha ha de estar en la calle, el imprescindible cambio de paradigma debe de ser por el pueblo y no para el pueblo, debemos organizarnos para actuar de manera clara y contundente. Tenemos que utilizar todos los medios que estén a nuestra disposición, forzar mediante la huelga general, el boicot, la ocupación, la desobediencia y la cultura a los gobernantes para subyugarlos al devenir popular. Nuestros enemigos tratan de criminalizar a nuestros iguales, ponen en el punto de mira a los inmigrantes, a los parados, a los jubilados, etc, como causantes de los males que nos afligen, cuando no son éstos más que victimas del sistema capitalista.
El movimiento Anarcosindicalista, la CNT, contra el decir de muchos detractores, no es una forma de reacción demagógica y extremista, sino el acto reflejo del pueblo agredido. Los extremismos forman parte inherente de las corrientes renovadoras, pero el pueblo es capaz de encauzar la lucha y desafiar a los estamentos tradicionales sin caer en el fanatismo infantil e improductivo. Nosotros marcamos la divergencia al sistema, somos sindicalistas puros e intransigentes con el poder, no pactamos con la patronal y no estamos dispuestos a dar ni un paso atrás, sino todo lo contrario, no pararemos hasta recuperar todo lo que nos han robado. Tampoco creemos en el paripé de los referéndums, pues los problemas de los trabajadores y trabajadoras no tienen solución en el parlamento.
El Partido Popular es la punta del iceberg de toda esta estructura capitalista que tiene por fin el enriquecimiento de las clases más pudientes mediante la destrucción de nuestra libertad y de nuestros derechos. ¡Seamos críticos y veamos la realidad con nuestros ojos!, debemos reaccionar ante la injusticia y ser la vanguardia del progreso, construir una sociedad libre y autogestionada, emancipada de poderes ajenos a la naturaleza humana y creadora de un futuro solidario.
Somos el pueblo en lucha que grita ante la injusticia, ante la vergüenza de que miles de millones de euros que ha generado la clase trabajadora sean, con el permiso político, “repartidos” entre unos pocos. Gritamos contra las reformas laborales que implican la esclavitud del trabajador, estamos en pie de guerra contra el sistema porque el sistema está en guerra con el pueblo. Salimos a la calle a destapar la sin razón de los mercados, las mentiras de los políticos, el consentimiento de los grandes sindicatos vende obreros y los desmanes de la banca. Alzamos nuestras voces para denunciar alto y claro a una clase política que juega con nuestras vidas y nuestros derechos. Nuestro paro es el síndrome al que nos obliga el modelo económico y nuestra pobreza el fin de todas sus leyes y reformas.