Otro año más, como desde hace más de cuatro décadas, las principales ciudades y capitales del mundo occidental serán el escenario de multitudinarias manifestaciones y marchas en conmemoración de la Revuelta de Stonewall: los disturbios del 28 de junio de 1969 en Nueva York, frente a las redadas y el acoso policial contra el colectivo LGTB-Queer. Esta revuelta supondría un antes y un después en la lucha por los derechos civiles, convirtiéndose en una jornada de reivindicación de dimensión internacional hasta nuestros días.
Sobrepasando los derechos reconocidos, las conquistas y avances que en primera persona y por medio de la lucha y el asociacionismo se han alcanzado en estas últimas dos décadas, el colectivo LGTB-Queer sigue poniendo especial énfasis en la existencia de grandes y profundas brechas menos visibles y silenciadas. Homofobia, lesbofobia, transfobia y sexismo/heterosexismo se manifiestan amparados en la cultura dominante, que excluye del modelo heteropatriarcal la diversidad sexual y la libertad en la esfera de la identidad y el género de millones de personas. El acoso y la discriminación en la escuela, debido a la carencia de mecanismos e instrumentos para combatirlos en el ámbito educativo, generan dramas personales por el rechazo y la violencia, aliadas del miedo y el silencio en el ámbito familiar y social. La discriminación en las relaciones laborales por orientación y género suelen culminar en el despido encubierto por “otros motivos” y muchas veces, se revelan cuando el trabajador/a hace uso de sus derechos por matrimonio o se conoce su situación civil; en otras tantas ocasiones, ser portador de alguna enfermedad de transmisión sexual como el VIH son la lanzadera perfecta para la vulneración de derechos.
Transexuales, intersexuales y transgéneros afrontan también una discriminación más, por el hecho de transgredir el binarismo hombre-mujer. La actual Ley de Identidad de Género basa sus criterios clínicos y psicológicos en el DSM y CIE (catálogos internacionales de enfermedades y transtornos psiquiátricos de EEUU y la OMS) y convierten este proceso en la asunción por parte del individuo de ser tratado desde la óptica de la patología y la enfermedad… Basta recordar que hasta el año 1973 la homosexualidad y el lesbianismo no fueron suprimidos de este catálogo.
La exclusión y la discriminación se hacen latentes y los/as trabajadores/as sexuales caminan aún en el limbo para una sociedad que sí acepta de sus servicios, pero cínicamente rechaza frontalmente sus derechos sociales y laborales, así como su reconocimiento. Y no podemos pasar por alto la absoluta invisibilidad y vulnerabilidad de las personas LGTB-Queer sin papeles, exiliados/as por las políticas y la cultura homofóbica de sus lugares de origen y aquí excluidos hasta de la propia existencia, siendo el colectivo potencialmente más vulnerable a las agresiones por su orientación sexual.
Es necesario recordar que en más de setenta países ser LGTB-Queer está penalizado y en algunos extremos, incluso con la pena de muerte en Irán o Mauritania, o con cadena perpetua como recientemente el gobierno de Uganda. Aún más cerca de nuestras fronteras, en países de la U.E. como Polonia o Rumanía, los colectivos LGTB-Queer son duramente perseguidos y reprimidos por la policía, grupos religiosos y ultraderechistas, ejerciendo una preocupante influencia en el resto de Europa. Como ejemplos tenemos el asesinato homofóbico en 2013 del joven antifascista Clément Méric en pleno centro de París, o la retrógrada Ley de propaganda homosexual del gobierno de Vladimir Putin.
CNT no sólo es sensible a esta realidad, es parte también de la lucha y la defensa de la libertad de todas las personas por su orientación de género y sexual. Porque somos una organización construida y formada por los de abajo e integrada por trabajadores y trabajadoras que hacemos frente a las desigualdades, ya que las sufrimos, y no sólo en el ámbito laboral.
CNT debe prestar su atención, apoyo y solidaridad a todas las luchas abiertas por el colectivo LGTB-Queer y abordar también sus estrategias para hacer frente a un conflicto común a todos/as. No podemos sumarnos sin más a este tipo de día del Orgullo, ya que se está convirtiendo en una simple fiesta que refleja los valores del capitalismo: consumismo, culto a la imagen, moda, frivolidad… Toda su esencia contestataria, transgresora, reivindicativa y revolucionaria está profundamente controlada por el poder.
¡Orgullo sí, pero mientras sea protesta! Besos a quienes luchan.
Convocatorias el sábado 28-J
Zaragoza: Plaza San Miguel, 20:00 h.