Publicamos la entrevista realizada a Manuel Gómez y a Marco Potyomkin a propósito de este documental, que será distribuido por la CNT.
Antonio Orihuela | Periódico cnt
Desde el mismo comienzo de la guerra civil, en julio de 1936, en muchos pueblos de la España republicana y en la gran mayoría de los del Alto Aragón, mujeres y hombres de manos endurecidas por el frío y el viento, personas que no conocían el descanso, sin apenas estudios pero con una gran valentía y entusiasmo por cambiar las cosas, optaron ante la inminencia de la siega por realizar el trabajo en común recogiendo las cosechas. Colectivizaron la tierra, pusieron fin a la explotación del hombre por el hombre. Abolieron el dinero implantando el intercambio de productos, articularon un reparto igualitario según las necesidades de cada uno, atendieron cuestiones sociales que hasta entonces habían sido olvidadas durante siglos. Esta experiencia colectiva de solidaridad y apoyo mutuo se mantuvo hasta marzo del 38 en el que las tropas fascistas fueron tomando aquellos pueblos con la violencia de las armas, expulsando a sus habitantes hacia el exilio, la cárcel o el paredón. Una verdadera historia de outsiders sobre la que han vuelto, setenta años después, Manuel Gómez y Marco Potyomkin para contarla y dar forma con ella a un documental impecable y clarificador de lo que fueron y significaron las colectividades.
Sueños colectivos pretende reflejar las ansias de libertad y una forma de concebir el mundo basada en la primacía de lo colectivo frente al individualismo. La sinrazón republicana estalinista primero y del fascismo después, se encargó de aniquilarlas, y los libros de Historia de maquillarlas, cuando no de obviarlas. Al lado de los autores, estuvo en todo momento nuestro compañero de la CNT, el historiador Raúl Mateo Otal, que les ayudó a contactar con los colectivistas sobrevivientes y a recoger sus testimonios, entre ellos los de los octogenarios Mariano Viñuales, Alejandro Pascual y Martín Arnal.
– ¿Qué os llevó a realizar «Sueños colectivos«?
Nosotros somos amigos desde hace muchos años. Con Manolo llevábamos ya varios trabajos documentales colaborando juntos. Fundamentalmente, él aportaba todo su arte en la parte gráfica, y en la postproducción de las imágenes. Tras el verano del 2009, cuando yo aún estaba inmerso en “El Baobab de piedra”, un trabajo anterior sobre migraciones, Manolo me propuso la idea de las colectividades como posible documental para realizarlo juntos. Él había estado leyendo sobre la experiencia colectivista, y en plena crisis económica pero sobre todo de sistema, lo que más le llamó la atención es como en tiempos de adversidad, durante la guerra, personas sin formación pero con una gran decisión, fueron capaces de generar una nueva sociedad sobre las bases de la solidaridad y el apoyo mutuo. A mí la idea me apasionó desde el principio. Sabía de la experiencia colectivista, pero estaba lejos de conocer todos sus detalles. Por eso el documental se presentaba realmente interesante, porque en el viaje que íbamos a emprender no había a prioris, ni dogmas que cumplir, ya que no había un puerto fijo al que llegar. Lo importante no era el destino, sino el descubrimiento, el propio viaje. Este era nuestro primer trabajo de codirección a medias, desde el comienzo, desde la misma escritura del proyecto, y tenemos la suerte de habernos asomado a aquellos Sueños colectivos con toda la libertad del mundo.
– ¿Cómo contactasteis con los protagonistas?
Fundamentalmente fue trabajo de Manolo. Como decía antes, cuando comenzamos a hablar sobre el documental, y también cuando empezamos a desarrollarlo, yo estaba demasiado implicado en el trabajo anterior como para poder duplicar esfuerzos creativos. Así que prácticamente toda la investigación previa para realizar un balance del tema, una especie de toma de contacto con la experiencia colectivista y una puesta al día de las últimas investigaciones históricas las realizó Manolo. Por eso, porque dio con las teclas correctas pudo luego encontrar a nuestras y nuestros magníficos protagonistas.
– ¿Qué os impresionó más de lo que fuisteis descubriendo a lo largo del rodaje?
De las narraciones de los colectivistas muchísimas cosas, que pueden entrar en el territorio de la anécdota y que por desgracia, por la extensión de un documental, se han tenido que quedar prácticamente todas fuera del montaje de la película. Pero como más sustancial, puede haber dos grandes descubrimientos, que a mí al menos, me han tocado y que han sido una constante en todo este viaje.
Por un lado, está la confirmación de que los grandes paradigmas de las colectividades no eran palabras vacías, sino que siempre venían sustentadas por el poder de los hechos. La solidaridad, el apoyo mutuo, y fundamentalmente estar pensando siempre en el otro antes que en uno mismo fue, y sigue siendo una constante en los viejos colectivistas. En palabras de Francisco Carrasquer, lo importante era hacer libres a los demás, para ser libre tú, porque ser libre uno mismo es muy fácil, pero de alguna manera es egoísta, lo importante es hacer libres a los demás para entonces serlo tú. En palabras de María Sesé, hay que pensar en el otro, no en uno mismo, sin egoísmos, eso es lo que ocurría en las colectividades, que la gente pensaba antes en los otros. En palabras de Martín Arnal, cuando llegaba el médico, nadie estaba malo en la colectividad, porque nadie quería estarlo. La gente iba a trabajar con dolor de muelas, con fiebre, doloridos, porque cualquiera que faltara al trabajo colectivo estaba siendo falso con la colectividad.
-¿Cuál fue vuestra percepción de los protagonistas aún vivos de esta historia?
Nuestros protagonistas no son personas derrotadas, pese a haber sufrido innumerables derrotas durante su vida. Nuestros protagonistas, por buscar un ejemplo y contrapunto, están en la antítesis emocional del protagonista de la novela gráfica “El arte de volar” de Antonio Altarriba. Si éste, joven anarquista, perdedor de varias guerras, la física y la interior, padece el exilio interior en la España negra y una negación de todo lo vivido y sentido, que sólo le deja abierto el camino de la voraz depresión y el punto final con el suicidio desde su ventana. Pero nuestros colectivistas, la gran mayoría conocieron el exilio desde Francia y no volvieron a España hasta los años 70. Esa distancia, el no volver como derrotados a la dura y humillante España de los años 50, construyó un blindaje emocional, que ha posibilitado que nuestros viejos colectivistas se hayan mantenido firmes en sus convicciones, con la fuerza y la ilusión de aquellos niños que fueron. El aire insano de la España de los años 40 y 50, aquel olor rancio a sotana raída, a pedo de monja, a delación y confesionario se lo ahorraron, no lo conocieron ni lo padecieron, y así en su interior, lejos de humillaciones, aquellas palabras de solidaridad y apoyo mutuo, aquellos hechos incuestionables, durante tantos años han permanecido firmes y respetuosos con su génesis.
– ¿Cual fue la mayor dificultad que encontrasteis a la hora de llevar a cabo el proyecto?
La verdad es que no visualizo “Sueños colectivos” como un proyecto lleno de dificultades, todo lo contrario. La enorme colaboración de todos los participantes en el documental nos ha beneficiado muchísimo. Si sacamos punta a algo, quizás hay que pensar que las dificultades han venido sobre todo determinadas por la precariedad de financiación, que ha marcado una producción bien austera y que ha recortado sobre todo muchos viajes que teníamos planificados en el proyecto. Quizás también, una codirección realizada desde la periferia geográfica, Huesca y Alicante, y con 600 kilómetros de distancia marca mucho el día a día del documental, aunque yo creo que lo hemos salvado bastante bien dada la distancia que nos separaba. Mucho teléfono y mucho correo electrónico para salvar esa distancia.
– ¿Cómo vais a comercializar el documental? ¿Dónde podemos adquirirlo?
Bueno, nosotros no vamos a comercializar el documental. No desvelo nada porque está decidido desde hace mucho tiempo, aunque lo estemos cerrando esta semana de forma escrita, pero nosotros el documental “Sueños colectivos” decidimos en su momento regalárselo a la CNT, para que ella lo difunda y lo gestione como más le convenga. Y ésto no hay que leerlo como un acto especialmente generoso por nuestra parte, sino como una acción consecuente con el sentir que atraviesa todo el documental. De alguna manera, nosotros nos hemos pegado dos años recogiendo y administrando testimonios que nos hablaban de gente que abolió el dinero, que se valieron del trueque de alimentos, de materiales, de maquinaria, pero también de trabajadores. Si en una colectividad tenían mucha producción de cereal y en otra mucha producción de fruta, pues cambiaban cereal por fruta. Si en una colectividad tenían una cosechadora y en otra colectividad no, le cedían la cosechadora durante un tiempo, y ésta enviaba por ejemplo a sus mejores esquiladores para pelar el ganado de la primera colectividad.
Nosotros, a lo largo del proceso creativo que ha dado como resultado “Sueños colectivos”, nos encontramos con un problema similar, nuestra precariedad de financiación a veces ha sido equiparable a la abolición del dinero. Entonces hemos tenido que discurrir otras formas para conseguir cubrir ciertas necesidades de producción que considerábamos básicas. Por ejemplo, una de ellas era contar con una buena base de material fílmico de la época que estudiábamos. En este caso, este material fílmico de un valor testimonial incalculable es el gran patrimonio de la CNT. Para nosotros ese material era vital, sin él hubiera sido irremediablemente otra película. Pero el valor económico de sus derechos para conseguirlo nos lo hacía prohibitivo. Por eso nos pusimos en contacto con la CNT y le explicamos nuestra voluntad de cederles la película una vez estuviese acabada, si nos cedían sus fondos fílmicos para utilizarlos en la película. La CNT accedió, y bueno, ahora la peli es suya. Ojalá la pueda ver mucha, mucha gente. De alguna manera, en nosotros siempre ha primado más la necesidad creativa, la necesidad de narrar, de contar la historia, que todo lo demás. Ahora la peli está acabada, y nosotros estamos muy contentos de que se pueda ver.
– Recientemente habéis presentado la cinta en Huesca. ¿Tenéis pensadas nuevas presentaciones? ¿Cómo pueden contactar los sindicatos que estén interesados en que llevéis el documental hasta ellos?
Sí, al final de octubre presentamos “Sueños colectivos” en Huesca, dentro de la programación del Festival Periferias, en su versión outsider. Era un compromiso que teníamos con el Ayuntamiento de Huesca, parte subvencionadora del documental, pero muy especialmente con Luis Lles, que tanto ha confiado en el proyecto y en nosotros desde el principio.
El documental ahora tomará dos caminos complementarios, por un lado, la CNT lo difundirá como ellos decidan, aún no está cerrado de qué manera lo hará, y por otro lado, nosotros nos hemos guardado la posibilidad de moverlo por festivales, universidades, centros sociales, centros culturales, sindicatos, etc. De alguna manera, después de dos años de trabajo, ahora es el tiempo de mostrar el documental.
Cualquier persona o entidad que quiera proyectar el docu, o que quiera verlo, lo mejor creo es que se ponga en contacto con la CNT y allí le darán solución. Imagino que no habrá problema, porque la voluntad tanto de la CNT como nuestra es que “Sueños colectivos” se vea cuanto más mejor.
– ¿En qué nuevos proyectos os gustaría trabajar?
La verdad es que yo en los últimos 3 años no he parado, pero realmente ya tengo ganas de emprender un nuevo viaje. Hace ya días que voy tomando notas para otro proyecto, que si todo va bien escribiré en los próximos meses. Lo que está claro es que será muy diferente temáticamente a Sueños. También en su forma, en su estética, en la caligrafía que dibuje la historia. Pero si miro atrás en el tiempo, y me fijo en proyectos anteriores, si en cada uno hay un cambio, un giro, una evolución respecto al anterior, también existe una constante de base, y es que en cada uno de los proyectos, los protagonistas son los derrotados, son los olvidados, son los invisibles de esta sociedad. Los prescindibles, los que no tienen voz, los que no tienen rostro, los que no cuentan. De alguna manera creo más en el microrrelato, que en lo macro. Creo en una historia desde abajo, que cuestione las cosas, que hable de las necesidades de la gente, y no de monarcas y gobernantes, pero siempre sin perder de vista una cierta mirada universal.