En el aniversario del asesinato de las hermanas Minerva, Patria y Maria Teresa Mirabal, en el 25 de noviembre, en CNT queremos poner sobre la mesa las múltiples violencias machistas que sufrimos las mujeres en el ámbito laboral. Llevamos tiempo denunciando que se nos imponen convenios diferenciados, contratos laborales intermitentes, jornadas reducidas, despidos por embarazo, trabajo invisible no remunerado o falta de facilidades para la conciliación, entre otros. Esto es especialmente grave en empleos totalmente feminizados y precarizados, como es el trabajo doméstico, donde continúa sin ratificarse el Convenio 189 de la OIT. Para colmo y por si fuera poco, llegamos al final de nuestras vidas con pensiones ridículas, después de pasar toda nuestra existencia trabajando de sol a sol para el resto, de forma remunerada, o no.
Recordemos, que bajo la punta del iceberg de las violencias machistas hay situaciones menos evidentes que nos parecen igual o más graves por resultar invisibles a la sociedad. Que no se hable del trabajo reproductivo y de las bajas vergonzosas que nos tiran como si fueran migajas, es demencial. Por no hablar de las triples jornadas (en la empresa, en casa y en los cuidados de la familia), mientras se nos anima a salir de nuestros trabajo en sectores feminizados con una total y absoluta falta de referentes y representantes. En definitiva, a lo largo de nuestras vidas, (laborales o no), se va materializando la tan poco reconocida feminización de la pobreza, e incluso en este ámbito, vivimos situaciones diversas por ser mujeres atravesadas por diferentes realidades, que forman toda una madeja de violencias de la que no resulta sencillo desenredarse.
Estas violencias no son casuales, son una estructura de poder aparentemente inamovible, atada y bien atada, mediante la cual se nos ubica en una precariedad perpetua con la que el patriarcado y el capitalismo pretenden convertirnos en seres subyugados, dependientes, condenados al ostracismo de estar en un eterno segundo lugar. En muchas ocasiones, nos vemos expuestas al más repugnante maltrato psicológico, al maltrato físico e incluso a ser susceptibles de morir asesinadas. ¿Y por qué? Es sencillo: sólo por el mero hecho de atrevernos a vivir retando las relaciones de poder impuestas, donde se nos sigue quriendo relegar a ser el segundo sexo, la otredad, la coletilla, las no hombres: lo que el patriarcado cree que deben ser las mujeres.
Este amasijo de violencias machistas planificadas y perpetuadas hasta hoy, en pleno siglo XXI,tienen lugar, desgraciadamente, en todas las partes del mundo. Las intensidades varían, desde las más evidentes a las más invisibles, pasando por las explícitas y las que nos resultan tan sutiles que se nos hacen imperceptibles. Todas ellas, están violentamente normalizadas, originadas y amparadas, además de por el patriarcado, por este sistema capitalista y su brazo ejecutor: el Estado. El Estado, al que tan poco se responsabiliza, con su pseudofeminismo institucional y su purple washing, sigue apropiándose de los beneficios y el valor del trabajo que las mujeres llevamos realizando sin ningún tipo de remuneración ni reconocimiento. Somos imprescindibles para el sostenimiento de esta sociedad actual, tal y como la conocemos, y por lo tanto, no quieren que nos movamos ni un ápice de donde nos han enseñado a estar.
Este año, 2020, la pandemia no ha hecho más que visibilizar de la manera más radical posible, la desigualdad y el agravamiento de las situaciones de peligro a las mujeres más vulnerabilizadas: las extranjeras, las que no tienen papeles, las trans, las que carecen de redes de apoyo, las desahuciadas, las prostituidas, las pensionistas con pensiones ínfimas, o las que viven con sus agresores bajo el mismo techo, son sólo algunos ejemplos. Pero es importante recordar que no estamos indefensas, y sobre todo, tengamos muy en mente que no estamos solas. Organizadas desde abajo y por el todo, tejiendo alianzas entre nosotras, conseguiremos primero desenmascarar las violencias machistas que padecemos y después, una por una, ir combatiéndolas hasta que cesen de una vez por todas, para crear ese mundo nuevo que realmente llevamos en nuestros corazones.
Por eso, queremos subrayar con mucho énfasis que cambiar la injusta situación de excepción eterna en la que vivimos las mujeres, no es sólo trabajo de las propias mujeres. La transformación social radical, basada en el apoyo mutuo que anhelamos, no puede pasar por alto que luchar por nuestros derechos es trabajo de todas, todes y todos. Tenemos experiencia: en CNT llevamos más de cien años practicando la solidaridad y el mutualismo. Por eso este 25 de noviembre, en casa, en el trabajo y en las calles, CNT contra las violencias machistas.
#25N no estás sola. #25N, cuenta con CNT.