La semana pasada asistimos en Aragón a uno de los muchos asesinatos por violencia machista de este año del que llevamos tan sólo 3 meses. Otro asesinato, que no es más que otra mujer de las decenas asesinadas por año.
Ante ellos, asistimos impasibles, indiferentes, pasivas…
Una cantidad ingente de asesinatos, que en los medios de comunicación son presentados como meros accidentes naturales, como si del huracán Katrina se tratara. A todas nos suenan expresiones como “ha muerto presuntamente…”, “ha sido hallada muerta” cuya implicación político-afectiva es menor que al llamarlo por su nombre, asesinato. Si de víctimas de terrorismo se tratara, la alarma social sería superlativa. Las calles se llenarían de manifestaciones y concentraciones en memoria de las víctimas, el bar Planet de Miralbueno, sería un panteón sagrado.
Por mucho que se empeñen los mass media en ocultarlo, los asesinatos no son más que la cúspide de una serie agresiones de la sociedad patriarcal que resulta imposible mencionar en un artículo.
Interesante es recalcar que las víctimas por asesinato machista oscilan, tomando cifras actuales desde el 2010 hasta el 2015, en torno a las 58 mujeres al año, es decir, en torno a 1,11 mujeres a la semana son asesinadas. Debemos preguntarnos entonces ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué tantos asesinatos?
Muchos de los casos de asesinatos machistas, vienen a cargo de las parejas sentimentales de las víctimas con las que conviven. Para el 2010, por ejemplo, de las 75 víctimas mortales, 26 fueron asesinadas por sus cónyuges y 25 por sus parejas sentimentales; para el 2011, de las 61 víctimas, 31 asesinadas por sus cónyuges y 17 por sus compañeros sentimentales.
Está claro, pues, que tenemos un problema con el amor, un amor posesivo en el que las dos partes representan roles diferenciados: el hombre, el varón, el papel preponderante; la mujer, la fémina, el papel sumiso. Un amor, por tanto, vinculado a la estructura patriarcal. Una estructura político-social fundamentada en dos pilares básicos que también lo son del capitalismo: la propiedad privada y la familia. Dichos pilares explican sustancialmente los casos de violencia machista, desde la agresión verbal hasta “la solución final”.
Y es que el hombre oprime, aplasta, subyuga a su compañera, fundamentalmente, porque es suya; porque la mujer pertenece sustancialmente al hombre, y por ello debe cumplir sus deseos y zozobras con sumisión, humildad y castidad.
El amor romántico contribuye a esta idea de que la mujer ha de esperar pasiva, por ejemplo, el cambio de su amado, y en la espera soportar todo tipo de vejaciones. La sirenita, perder su voz; La bella de La bella y la bestia, su libertad. Y las que no pasan por el aro, las que directamente no cumplen las expectativas del esposo, incluso las que no hacen nada, solo ser una hija de Eva, son asesinadas. Este tipo de amor nos hace débiles y frágiles ante el privilegiado varón, y alimenta la opresión de un género al otro, por ello hemos de encontrar, compañeras, un amor en el que seamos fundamentalmente libres e independientes. Y para ello, ser conscientes del sometimiento generalizado de la mujer.
En los albores del 8 marzo, por aquellas 100 mujeres carbonizadas en Sirtwoot Cotton, por Soraya, por las 60 mujeres asesinadas al año, solo podemos alegar:
Libertad, Conciencia e Independencia.
Recursos web empleados:
– http://www.inmujer.gob.es/estadisticas/consulta.do?area=10 (Ministerio de Sanidad, Servicios sociales e Igualdad)
– https://pbs.twimg.com/media/CGcNigLXIAAwGSK.jpg (Fotografía)